En la novela “Madre” (Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá, 2022) de Oscar Pantoja, los fantasmas se vuelven protagonistas para relatar la violencia que han debido enfrentar miles de campesinos colombianos ante la indiferencia del resto de compatriotas, ahí la imaginación del autor pareciera entretejerse perfectamente con la denuncia estética que hace de nuestra propia realidad nacional. Ahora, en “Vereda”, el protagonista se difumina en una realidad que es también una ilusión, la casa que su madre soñó para su hijo, quien vuelve al lugar de origen después de fracasar buscando una solución para su vida en una gran ciudad, teniendo como única alternativa la reparación de unos hornos abandonados, cuyo propósito es verdad sabida por muchos compatriotas.

Vereda transcurre en cualquier espacio rural de Colombia, de norte a sur y de occidente a oriente, en donde todo tipo de violencia arrecia contra la población más indefensa, los campesinos que deben sortear entre sobrevivir frente a los grupos al margen de la ley, frente a sus propios miedos manifiestos en unas manchas que van apareciendo por todas las casas, como una plaga que se va esparciendo, imponiendo un silencio en medio de un lugar donde pareciera que nada pasa.

En 27 capítulos los protagonistas van mutando, la casa al inicio es un mero sueño, hasta que poco a poco se va volviendo realidad, entonces hay una resistencia física frente a lo que acontece en el pueblo, las manchas no llegan tan pronto a ese espacio donde los ladrillos van formando paredes, ventanales sin vidrios y dinteles sin puertas, pero que permiten a su hacedor tener instantes de ilusiones y de sueños. Ahí, en una carpa improvisada dentro de la estructura, se permite conocer el amor, aunque sea por unos instantes, sin energía, sin acueducto, por algunos momentos la casa le permite cierta felicidad en la complacencia de hacer realidad el sueño de su madre.

Sin embargo la casa va tomando vida, una especie de conciencia que se manifiesta en sueños, exigiéndole a su morador que cabe un hueco para construir aparentemente un sótano. Una alegoría quizá al inconsciente colectivo que subyace en los miles de NN que siguen perdidos en los campos colombianos, pero también de un grito silencioso de esperanza para seguir habitando, como el protagonista de la novela, en el encuentro con lo perdido, ahí es la voz de la madre la que se vuelve espanto y habita la casa, animando a su hijo a ir tras otros desaparecidos también amados, también despreciados por muchos, mientras la mancha sigue creciendo y atrapando en su red a todo aquel que busque la memoria perdida.

“Vereda” es más que una metáfora de este país, ahí la fantasía y el onirismo permiten comprender una realidad que quiere ser ocultada por muchos, la memoria de un país que, pese a todo lo que se diga, vive en y desde la ruralidad, las otras patrias que muchos quieren desconocer.

En hora buena por la apuesta de Rey Naranjo Editores con esta novela en donde las letras, las manchas y la simbología numérica cobran especial relevancia en un lugar donde la muerte y los desaparecidos siguen siendo una realidad.

Pantoja, O. (2025). Vereda. Bogotá: Rey Naranjo Editores.