En la ciudad de Bogotá, el sistema de transporte TransMilenio ha sido concebido como un servicio rápido y eficiente para millones de ciudadanos. Sin embargo, para las personas con discapacidad o movilidad reducida, este sistema representa una serie de barreras invisibles que dificultan su acceso y participación plena en la vida cotidiana. El Portal de las Américas, uno de los puntos más transitados de la ciudad, es un claro reflejo de estas deficiencias.

Para muchas personas con discapacidad, el Portal de las Américas es una trampa de accesibilidad. A pesar de contar con ascensores y rampas diseñadas para facilitar el acceso, la realidad es que estas soluciones son, en muchos casos, completamente ineficaces. Los ascensores, aunque presentes, no están pensados para las necesidades reales de quienes dependen de sillas de ruedas o monociclos. El espacio es tan reducido que muchas veces las personas no pueden ni siquiera entrar. Es una ironía triste: hay ascensores, pero no sirven para su propósito esencial de brindar acceso a quienes más lo necesitan.

Por otro lado, las rampas que deberían ofrecer una solución para el acceso de personas con movilidad reducida tampoco cumplen con los estándares básicos de seguridad y funcionalidad. La falta de superficies antideslizantes en las rampas las convierte en un peligro constante, especialmente en días de lluvia. Las personas que dependen de estas rampas corren el riesgo de caídas, lo que aumenta la vulnerabilidad de un grupo que ya enfrenta grandes retos en su día a día. En vez de facilitar su desplazamiento, estas rampas representan un obstáculo más, y muchos se ven forzados a pedir ayuda a otros usuarios, lo que no siempre está disponible o no es seguro.

El Portal de las Américas es solo uno de los muchos ejemplos de cómo las infraestructuras de transporte público aún no han logrado adaptarse a las necesidades de las personas con discapacidad. Los ascensores, que deberían ser una solución práctica, resultan inadecuados por su diseño y tamaño. Las rampas, por su parte, son inútiles sin las condiciones de seguridad necesarias. Lo que podría ser una herramienta para promover la inclusión, se convierte en una barrera más que aísla aún más a quienes tienen que enfrentarse a estos obstáculos.

Esta situación no solo pone en evidencia las deficiencias del Portal de las Américas, sino que también refleja la falta de compromiso serio con la accesibilidad en la ciudad. Las soluciones que se implementan no son solo ineficaces, sino que también pueden generar una falsa sensación de que se están tomando las medidas adecuadas, cuando en realidad la realidad es muy distinta.

Es urgente que las autoridades locales asuman la responsabilidad de mejorar las condiciones de accesibilidad en todas las estaciones de TransMilenio, especialmente en el Portal de las Américas. Los ascensores deben ser adecuados para el uso de sillas de ruedas y monociclos, y las rampas deben contar con superficies antideslizantes y adecuarse a los estándares internacionales de accesibilidad. Solo entonces, el transporte público podrá ser verdaderamente inclusivo y garantizar los derechos de todos los ciudadanos, sin excepción.

Bogotá necesita una transformación en su enfoque hacia la movilidad y la accesibilidad. Las personas con discapacidad merecen poder moverse libremente por la ciudad, sin enfrentarse a obstáculos innecesarios que los excluyan aún más. El Portal de las Américas, y todos los demás puntos de la ciudad, deben ser espacios donde la accesibilidad sea una prioridad, no una opción. La ciudad debe ser para todos, y este cambio debe comenzar con la eliminación de las barreras que limitan la movilidad de miles de personas.